miércoles, octubre 31, 2007

Corría sin sandalias por el ripio
sin herirse la sonrisa.
Medio niña, medio diablo,
no dejaba botón en la camisa,
ni panes sin bocado,
ni oveja en el establo
que le deba un tarascón.
¿Quién echó sal en la bebida?
¿Quién rompió la brida del caballo?
¿Quién cambió la miel por agua hervida?
¿Quién metió un gusano en el Edén?
Y en punta de pies, la muy bandida:
Fue el de siempre, madre, sabes quién.
Así se puso a caminar el tiempo
que no deja hombre con aliento
ni mujer sin condimento;
la nena se puso, digamos, buena,
y no como quería su vieja,
que tanto rebalsaba de penas.
La pasión no se frena con rejas,
se entromete por la cerradura
siempre y cuando la nena la deja
abrirse por alguno que apura
con racimos de estrellas y mares.
¡Por favor, dulzura, no pares,
que la vieja es una sepultura
cuando sueña que es feliz!

¿Quién entró esa noche, Dios me libre,
a quitarte la niñez que yo te guardo?
¿Quién fue ese bastardo semillero
que sembró un bastardito y a mí un llanto?
Y en punta de pies, como un jilguero;
El de siempre, madre, ese espíritu santo.



























Que lance la primera piedra, etcétera!

2 comentarios:

Mariana dijo...

Quién podría resistirse a semenjate bocado de inocencia? Existe algo más insinuante que eso?

Colgado o no: me hizo acordar a la película "El jardín secreto" que tantas veces me alquilaron mis padres en mi infancia.

Me gustó mucho la poesía. Un beso.

Nacho dijo...

VAMOS LOCO!!! LO ENTENDÍ!!!!

Nunca entiendo la poesía :)

 
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